Estaba a ésto de
irse a una de sus milongas preferidas en la Ciudad, cuando a último momento su partenaire
la dejó en banda.
Estaba a ésto de
irse a una de sus milongas preferidas en la Ciudad, cuando a último momento su partenaire
la dejó en banda. Si esta sala tan linda y acogedora que es MIL80 teatro, no quedara a sólo
cinco cuadras de casa, su compañía hubiera sido imposible y no sólo se hubiera quedado
sin su práctica, sino que también se hubiera quedado sin ver una de esas obras que hace
dos décadas, cada vez que se estrena, genera una pequeña revolución desde los márgenes
a los cuales siempre prefiere aferrarse. A 20 años de su estreno, El experimento Damanthal
se muestra, desde hace casi ocho meses, en este nuevo espacio villacrespense propiedad
del creador y director de la obra en cuestión. ¿Sujeto? Javier Margulis.
Alcanzaría para entender el tenor de la obra, sólo con entrar un paso en este
pequeño espacio donde dominan el rojo y el negro tal como si fuera parte de La Logia
Negra en Twin Peaks: Allí, en una pared, se muestran orgullosas muchas de las críticas que
le hicieron varias de las personalidades de mayor envergadura intelectual de nuestro país.
Para muestra basta un botón ¿Qué dijo el gigante de las letras Ernesto Sábato?: “Una
experiencia reveladora, pocas veces sentí el infierno representado con tanta lucidez, pocas
veces una obra me ha conmovido tanto” y quién sino él, está tan autorizado para hablar de
infiernos. Esta clase de sensaciones son las que genera esta experiencia artística que en el
refinamiento de su estética parece abrevar mucho en los tenebristas italianos y españoles
de los siglos XVII y XVIII.
La sala no es más que para una treintena de personas y el escenario - que se
expandirá más tarde - no parece tener más de 4 mts². En el centro, un cono de luz difusa
ilumina un pie de madera donde se apoya un libro abierto. La luz se apaga y cuando vuelve
hay allí sentado, de espaldas al público pero frente al libro, un sujeto grande, calvo,
encorvado que se mueve lentamente como si estuviera engullendo una a una las hojas de
aquel desvencijado libro. Pienso en el cuadro de Rubens, Saturno devorando un hijo y es
que como dije, la estética planteada en la obra es tan marcada, que nos va a impedir a los
espectadores reconocer referencias más allá de las corrientes pictóricas barroca y
tenebrista. Por algún lado, a modo de grito mudo, también se podrá reconocer alguna
referencia al Papa Inocencio X de Francis Bacon - pintura que se caracteriza por ese intento
del artista de trasladar hacia afuera el sufrimiento que sólo pasa dentro. Pero, ¿qué es lo
que vemos? Lo que vemos es la vida contada cronológicamente - quizá en esa estructura
del guión yace el único error de la obra - del científico y por qué no torturador alemán Alfred
Damanthal, quien no acató ningún límite moral a la hora de experimentar con seres
humanos vivos. Tanto es así que hay quienes sostienen al día de hoy que aquello
experimentos sirvieron de inspiración para situaciones similares posteriores llevadas a cabo
por los Nazis en los distintos campos de concentración con el sanguinario Jospeh Mengele
a la cabeza. Con el tiempo, Damanthal, que en un inicio trabajó con científicos de la talla de
Jung, Charcot e incluso Freud, fue lentamente dejado a un costado por sus pares a
consecuencia, justamente, de sus métodos inhumanos de experimentación… aunque ni así
se detuvo.
Todo ocurre en cámara lenta y tanto el juego de luces y sombras, como la
expresividad de los actores, se conjugan para trasladarnos a los espectadores a un lugar
tétrico, siniestro, a lo que aparenta ser un inframundo de almas errantes, en pena, sin paz y
sin pausa…. y es que quizá sea eso lo que propone Margulis. Nada nos dice que lo vemos
ahí arriba - o abajo en este caso - sean personas. Quizá sólo sean recuerdos, espíritus,
almas vagabundas sin el beneficio del descanso que vuelven una y otra vez a este plano
para exorcizar de una vez y para siempre todo el dolor sufrido en vida. Como consecuencia
he de decir que la obra no es fácil de presenciar ni digerir, ni tampoco para cualquier tipo de
público, pero lo que sin duda sí es, es una experiencia transformadora que todo aquel que
busque arte de lo márgenes, con una propuesta rayana a la experimentación formal y de
calidad estética superlativa, debería ir a ver de manera urgente.