Lo que vamos a ver es una de esas familias disfuncionales, aunque disfuncionales de toda disfuncionalidad.
No por ser un tópico recurrente - un cliché, como quien diría - carece de
verdad. Esa pienso que va a ser la primera frase, el punchline, de la crónica que voy a
escribir sobre lo que acabamos de ver con L. Es nochevieja eleccionaria y entre los
nervios que me corroen las entrañas y la imposibilidad de comprar una cerveza para
ansiolitizarme, llegamos al Centro Cultural Recoleta invitados por mi amigo Matías
Carpio para ver la obra en la que oficia como uno de los cuatro personajes en escena.
El cielo está que se cae en pleno octubre y no puedo tomarlo más que como un
símbolo de mal agüero frente a lo que se avecina: cruzo los dedos. Alguna vez alguien
tiene que escucharnos a los de abajo - pienso - y entramos a la sala.
Nunca había ido a La Capilla. Es una sala hermosa, amplia y muy cómoda,
tanto que me vi sorprendido. Si el CCR es un espacio artístico joven y moderno que
merece ser recorrido, ver una obra en su sala puede ser la experiencia que complete
el combo. Una vez sentados lo que vemos en escena es a una adolescente
moviéndose en silencio con los ojos cerrados al compás de una música lenta e
hipnótica. De hecho, parece hipnotizada por la música. Baila y se mueve como si fuera
el viento que la empujara en varias direcciones. Es... es Audrey Horne bailando en
medio de la recepción del Great Northern Hotel, propiedad de su padre, mientras éste
intenta venderles un negocio inmobiliario en Twin Peaks a ciertos empresarios
islandeses. Pero el escenario nos muestra más personajes: por ejemplo, un poco más
allá, a un joven de cara parecida al heavy rejodido de Tinelli, ordenando
metódicamente sus pomos de acrílico que esta niña no tardará nada en volver a
desordenar y a la izquierda del público una mujer de mediana edad quieta y taciturna,
sentada a una mesa rodeada de cervezas. Entonces se dispara la primer línea de
diálogo y la historia empieza.
Lo que vamos a ver es una de esas familias disfuncionales, aunque disfuncionales de toda disfuncionalidad. Una disfuncionalidad a fondo. Cada uno de los cuatro componentes con un conflicto muy claro tanto interno
como externo. Los intereses y las metas individuales que se expresan como la
solución a cada uno de estos problemas, se contraponen y colisionan generando
situaciones sumamente violentas en todos sus formas ya sea simbólica, psíquica o
física. Así, el destino de esta familia no puede ser otro que el que finalmente acaba
ocurriendo. La familia muchas veces sólo resulta en una caja de resonancia hueca
donde rebotan y se magnifican problemas que en un principio quizá ni siquiera
deberían ser abordados como tales.
Cuesta creer, como digo al principio, la existencia de un grupo de personas tan
conflictuadas y con intereses tan contrapuestos entre sí... y que encima se consideren
y sean considerados familia. La subtrama es débil y los dramas - que son tantos - por
los que atraviesan cada uno de los personajes, están tan explicitados que no dejan
nada a la imaginación, lo que supongo dificulta lograr alguna clase de identificación o
empatía. Sin embargo, esto que aparenta debilidad, en mi mirada se vuelve fortaleza.
La bofetada es explícita y no por eso deja de cumplir su cometido y ya que estamos en
épocas eleccionarias... la represión también lo es. El retrato crudo de esta familia en
franca descomposición resulta tan evidente que lo hace parecer poco mediado, lo que
puede resultar en un impacto mucho más potente. Esto lo compruebo no sólo cuando
la veo a L. sentada al lado con una minifalda para-corazones, compenetradísima con
lo que ocurre el escenario, sino también con los cuchicheos incesantes de la parejita
de atrás que intenta sublimar la tensión que genera la historia mediante el intento de
anticipar aquello que puede llegar a ocurrir y que finalmente no ocurre.
En fin, - y esperando que esto no se lea como un tributo a la relación que me
une con el señor Matías Carpio - creo que la obra de la joven dramaturga Paola
Traczuk merece un visionado por la fuerza de su contenido y por la forma en la que es
expresado. La ausencia de sutileza puede resultar una novedad y un aliciente para
cierto público asiduo del off más acostumbrado a ciertas vueltas y ocultamientos en la
trama.