Convocatoria número 18. Las Abuelas y sus laderos son el máximo símbolo de este
país. Presentar el ciclo de Teatro por la Identidad a esta altura puede resultar más una
ofensa que un cumplido. Año tras año, presentación tras presentación este ciclo fue
creciendo en convocatoria y calidad hasta transformarse, sin duda, en un punto de
referencia sobre los Derechos Humanos en nuestro país.
Escena 1: Caminata veloz desde mi casa. Una hora y cuarto - sesenta cuadras - en
medio de un frío invernal. Lo sufro y lo disfruto en partes iguales. Una cerveza, luego
otra y luego otra, sostenidas por mi mano enguantada. La moto está en el taller hace
cuatro días y el transporte público me genera ansiedad. Llego para el cierre de la
muestra callejera que funciona como apertura. Me lamento por haberla perdido. Veo
mucha gente joven en la calle y, detrás, unos títeres gigantes que intentan dejarse
guardar en la parte trasera de una van.
Escena 2: El TNA Cervantes está en estado de gracia bajo la tutela de Tantanian. Este
histórico ciclo se suma a lo que - por ahora - viene siendo una cartelera de excelencia
con la obra de Tenconi Blanco - La vida Extraordinaria - a la cabeza. El hall estalla de
gente: adultos, jóvenes, militantes, grupos de estudiantes con sus profesores, actores,
políticos de fuste y organizadores.
Escena 4: Tanto L. como yo nos volvemos cazadores de poemas. Mujeres -
seguramente parte de la organización - caminan papel en mano, tubo en boca,
regalando susurros poéticos amplificados a quien quiera escucharlos. Las bocas de
ellas de un lado, nuestros oídos del otro. El tubo es el canal. Yo te busco para que vos
te encuentres. Dejé de ser esa persona que estaba dentro de una mentira y hoy
decido saber mi verdad. Son algunas de las frases que se estrellan contra nuestros
tímpanos. Un poco más allá, un grupo de alumnos de secundaria que rodean al profe,
joven, con zapas de lona, jean gastado, kefia sobre el cuello, mate en mano y termo
bajo el brazo que charla y explica animadamente la historia del lugar.
Escena 5: Fila dos, asiento central. Me avergüenza y me alegra en partes iguales.
Gracias al genio de Walter Duche resulta imposible tener una mejor ubicación. En un
lugar lleno de gigantes, de quienes son para mí referentes, estoy seguro de no
merecer el lugar que ocupamos. Mucho menos de manera simbólica.
Escena 6: Me llamo Pablo Echarri y puedo decirlo, porque sé quien soy. Como hace
dieciocho años, cada uno de los participantes, cierra su intervención presentándose de
la misma manera. El mismo Echarri en el rol de presentador, María José Gabin,
Lorena Vega, Melina Petriella, Mauricio Dayub, Malena Sanchez, Alejandro Lifschitz,
Marina Bellati y Iair Said - como intérpretes - también lo hacen luego de cada una de
sus micromonólogos. No hay relación entre las obras más que la soledad de cada uno
de los actores a su turno. Así vemos pasar árbitros de fútbol, maestras sarmientinas,
trapecitas bonsai, mujeres en conflicto con su pasado, locutoras arrepentidas,
señaleros aeroportuarios, niñas en conflicto con su presente, actores con miedo a la
soledad y empresarias ateas.
Escena 7: Antes y entremedio de las actuaciones, a un costado del escenario, cerca
de bastidores - como si no quisiera atraer la atención - Esteban Morgado se sienta en
una silla y nos deslumbra con su guitarra. Toca una dos tres canciones. Primero el
himno del ciclo acompañado de su hija, en su segunda intervención un continuado de
cuatro-cinco-seis hits de fogón en formato karaoke entre los que se encuentra la
Marcha de la Bronca - alusión evidente - siendo el que más aplausos arranca con
algún que otro tímido canto kernerista (Lilita dixit) que asoma del fondo. Por último una
muy bella intervención en la voz de Virginia Innocenti.
La obra termina, llueven aplausos y emociones. Una vez más este ciclo artístico tan
caro al sentimiento argentino contemporáneo queda abierto. Los Derechos Humanos,
la Memoria, la Verdad y la Justicia siempre serán prioridad con las Abuelas como
garantes. Desde acá o desde el cielo. Nosotros… Nosotros no las vamos a olvidar
hasta que el último nieto sea restituido.