Las encadenadas es una obra de Juan Mako basada en un hecho real sobre un suceso olvidado de
la historia argentina que deja al descubierto la impunidad y la ausencia del estado. Villa Epecuén
es un pueblo conocido por su laguna con aguas termales. La laguna Epecuén pertenece al conjunto
de lagunas encadenadas del Oeste y es el destino final de los excesos pluviales que ocurren en
todo el sistema. Pero la falta de políticas públicas para prevenir inundaciones y la corrupción en las
obras publicas dieron como resultado una crecida que dejó al pueblo bajo el agua.
La obra narra cómo sigue la vida treinta años después del trágico momento.
Al entrar, vemos un cartel “No se muera no hay cementerio” anticipándonos que a partir de ese
momento la muerte estará normalizada. Mónica y Graciela son dos trabajadoras del cementerio de
carácter opuesto y complementario, y esta es la razón por la cual se necesitan para soportar la rutina.
Trabajan hace años allí y gracias a sus recuerdos armaremos el rompecabezas sobre la historia del
pueblo, su pueblo. Pero un llamado telefónico de su jefe lo cambia todo, a partir de ese momento
se pondrá a prueba el sentido de justicia ¿La ley debe ser igual para todos? ¿Qué sucede
cuando el miedo por perderlo todo se suma a la sed de venganza?
La búsqueda del bien común se pierde en laberintos que tejen el deber ser y el deseo primitivo.
Muerte, Asesinato y Justicia por mano propia hacen que los personajes encadenen sus destinos
entre sí.
La obra por momentos parece un policial, un drama grotesco o una tragedia. Las actuaciones son
excelentes, una dirección y puesta en escena en la que todo nos narra. Un texto exquisito sin
desperdicios, un fuera de escena muy presente a través de efectos sonidos, dan como resultado
una obra que te lleva de paseo y te devuelve a la realidad de un cachetazo.