En Timbre4 los viernes a las 23:30 se presenta una obra cuya trama,
relacionada en parte con el drama y en parte con la comedia de enredos, funciona
como mecanismo para contar una historia liviana sobre engaños múltiples que
termina ofreciendo al espectador un plan interesante para iniciar el fin de semana.
AAAAAAAAAAAAA!!! Es lo único que llego a escuchar, un remanente del grito de
L. que me saca ya algo menos de una cuadra de distancia. Avanzamos por la bicisenda
de Treinta y Tres Orientales, bajo un cielo encapotado y amenazante cuya lluvia se
descargará recién hoy, cuatro días después. Venimos de Timbre 4 donde vimos Preferiría no saberlo. Mientras que la velocidad en el pedaleo es consecuencia de dos cosas – el
cielo amenazante y la alegría que le da a L. volver a bicicletear después de tantos meses
–, el grito es consecuencia de una sola: la obra. Porque, en realidad, ese alarido del que
yo sólo escuché la última letra era parte de la respuesta a la pregunta sobre qué le había
parecido la obra. Entonces su respuesta fue: POCHOCLERAAAAAAAAA!!! Pienso que
quizá la mal acostumbré. Sabiendo que para ella el anclaje con la realidad social es
fundamental para disfrutar cualquier variante artística, me esforcé en llevarla siempre a
obras que la satisficieran. La ciencia ficción y en gran medida las comedias y los dramas
livianos quedaron casi siempre relegados. Así que, en realidad, no esperaba otra
respuesta de su parte. Preferiría no saberlo es una comedia dramática estructurada a la
forma de una comedia de enredos y, si bien hay un notorio esfuerzo por parte de todas las
partes implicadas de dotar a esta obra con algo de profundidad, no estoy muy seguro de
que finalmente se logre.
A lo largo de la obra se entrecruzan un abanico entero de engañados y
engañadas, de engañadores y engañadoras, que charlan los unos con los otros sin saber,
en última instancia, quién es verdaderamente aquel a quien tienen enfrente. Para ser más
exactos los personajes son cinco: dos parejas amigas y la mucama de una de las dos
parejas. El lugar donde se desenvuelven los hechos: el cumpleaños de uno de ellos. Cada
escena va a ser una charla confidencial entre cada uno de los personajes donde se
revelará algún secreto que los une a ambos. Así, todos los personajes estarán unidos por
una trama indisoluble de engaños que se irán exponiendo uno a uno frente al espectador
con el riesgo de que – dado que todos los engaños son de la misma naturaleza – uno de
ellos salga a la luz y desenmascare al resto. Lo curioso de la obra estará dado no por una
trama apenas algo heterodoxa, sino por el personaje de la mucama. Más allá de un papel
mayor o menor en este esquema de ocultamientos y mentiras, su rol a veces periférico y a
veces central, es el que impulsa a esta obra por sobre otras del mismo género. Lejos de la
brillante caracterización poética que hacen Cuarón y Aparicio sobre la mucama de familia
pudiente en la también brillante película Roma, acá hay otra interesante caracterización
aunque mucho más rústica, no en el sentido de la palabra que podría asociarse con algo
pobre o falto de interés, sino en el sentido de algo áspero, que molesta y lastima. Un
personaje entrometido, pero a la vez abierto y generoso en sus sensaciones y
sentimientos. Capaz de proteger y extorsionar. De mentir y ocultar. De hacernos reír y
hacernos llorar, resignada y esperanzada en partes iguales. Es definitivamente un
personaje que aporta un plus a la obra entornando una puerta que la introducirá, al menos
de manera superficial, al mundo de la crítica social y de cierta conciencia de clase, lo que
de una u otra manera siempre se agradece. Allí estará la evolución improvisada en el
calzado de la mucama que va sucediendo a la largo de la obra y que simboliza una suerte
de empoderamiento por parte de aquella mujer (y de aquella clase) postergada, en la
medida que ocupa un rol cada vez más relevante en una historia protagonizada por
clasemedieros.s.
Así, en un mundo de engañados y engañadores, Preferiría no saberlo parece
funcionar como una declaración de principios frente a un engranaje que nos sobrepasa y
nos utiliza incluso a nuestro pesar. De la misma manera que Bartleby el escribiente –
protagonista del cuento homónimo de Melville – se opone al funcionamiento regular de la
oficina y del mundo, repitiendo una y otra vez "Preferiría no hacerlo" frente a las tareas
asignadas, acá el título de la obra para funcionar como una forma de homenaje. Pero,
¿quién es el que lo dice? ¿Un personaje? ¿La humanidad toda harta de los engaños a los
que nos fuimos sometiendo unos a otros? ¿El autor, justamente, como una declaración de
principios frente a los espectadores? Estas son algunas de las pocas preguntas que nos deja esta
obra liviana y divertida de a ratos cuyo horario y ubicación – pleno Boedo, rodeada de
restaurantes y bodegones –, la hacen un buen plan de viernes a la noche.